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Tengo dos gatas, una de 13 años y otra de 7. La mayor siempre ha sido la dominante y la pequeña ha tenido que conformarse con ello. Hace un par de meses la mayor se puso enferma y empezó a estar más débil. La pequeña, en cuanto olió la enfermedad, empezó a conquistar el territorio. No contenta con eso, empezó a molestar y a atacar a la otra, incluso cuando esta no se enfrentaba y estaba tranquilamente comiendo. Cuando la pequeña pasaba cerca de la mayor, parecía tener un instinto que la empujaba a ponerse agresiva.

Probablemente, si Darwin estuviera vivo, diría que solo los animales sanos están preparados para sobrevivir y hacer evolucionar a la especie, y que los enfermos se van quedando atrás. Eso de cuidar a los que están enfermos o débiles es algo puramente humano. Los animales, en cuanto ven la oportunidad de ganar territorio o de hacerse con el poder, lo hacen y ya está. Sin remordimiento. Pero, ¿seguro que los humanos cuidamos a los débiles?

Parece que exista un instinto, un impulso o una obligación inconsciente de atacar a quien está un poco débil, especialmente en lo emocional. En cuanto hay una persona deprimida en un grupo, con frecuencia podemos observar cómo el resto se atreve a juzgarla, criticarla o dirigirse a ella de malas maneras. Es como si vieran una oportunidad de ponerse por encima y la aprovecharan.

Fuera de los típicos grupos de clase o de trabajo, también están las familias. Es curioso como a veces la propia familia machaca a su familiar deprimido para que se cure, y otras veces hace todo lo que este pide. Esto suele tener que ver con la cantidad de tiempo que dure la depresión y con la personalidad de quien está enfermo. Normalmente, las personas deprimidas que muestran actitudes más agresivas hacia quienes están a su alrededor obtienen un mejor trato, ya que serían apreciadas como más fuertes. En cambio, las personas más pasivas suelen recibir comentarios menos amables e, incluso, que agravan sus heridas. Por supuesto, una persona con depresión está más sensible y puede interpretar ciertos comentarios sin importancia como ataques directos pero, algunas veces, podemos observar que una persona está triste y, como por arte de magia, justo atraviesa una época en la que es blanco de diversidad de críticas, actitudes hostiles y sucesos desafortunados.

Hay que ser muy fuerte para ayudar a una persona que tiene una depresión y, especialmente, para evitar caer en esa conducta animal que nos lleva a pisar a los débiles.

La persona deprimida pasiva, en cuanto ve que es tratada con hostilidad, puede empezar un proceso de aislamiento para proteger sus emociones, ya que cuando las comparte no sale bien parada. Entonces empieza a oír comentarios del tipo:

  • -Es que te aíslas y no nos cuentas las cosas.
  • -Es que no haces nada por estar bien.
  • -¿Por qué no sales con tus amigos?
  • -Entiendo que estés triste, pero, ¿no puedes sonreír un rato?
  • -Como tú estás mal, yo también estoy mal.
  • -No llores.
  • -Solo piensas en ti.
  • -Si estás alegre la gente tendrá más ganas de estar contigo.

 

Quizás ahora tengas en mente a alguien tóxico que se aprovechó de tu ayuda. Pero no. No estamos hablando de personas que se quejan todo el rato y por costumbre. Ni de personas manipuladoras que tienen la autoestima baja e intentan hundirnos. Tampoco de quienes siempre tienen un problema que contar y, cuando necesitamos algo, desaparecen. Estamos hablando de personas que están tristes y que, por lo general, solo necesitan dos cosas: apoyo y respeto.

Hay quienes, en la línea del comportamiento animal, creen que una mayor rigidez o un peor trato pondrán en marcha la agresividad de la persona deprimida y así se curará. Pero, normalmente, cuando ocurre esto, el cuidador ya no está pensando en cuidar, sino en estar bien. ¿Y qué hay de cuando alguien está llorando y aprovechamos para decirle que, además del problema que le preocupa, tiene muchos otros y que debería tener otra actitud y disculparse con nosotros por lo que nos hizo hace tres años? Más de lo mismo: vemos una fragilidad y un terreno fértil, y aprovechamos nuestra ventaja en ese momento para imponer nuestra voluntad, como si fuera obligatorio atacar.

Es importante tener presente que, por cuestiones biológicas, puede ser tentador hablar mal o ponerse por encima de una persona que está triste, ya sea porque estamos cansados de ayudarla, porque en ese momento no conseguimos empatizar con ella o porque nosotros ya hemos superado el problema que tiene y vemos ahí la oportunidad de mostrarnos superiores o agresivos. En realidad, tenemos la opción de no opinar constantemente sobre el problema de esa persona, e incluso de no ayudarla, y estaremos siendo mucho más amables y colaboradores que si perdemos la paciencia o actuamos de forma agresiva.

 

A veces, las personas con depresión son víctimas de un trato inadecuado. Esto se puede deber a un instinto animal que nos empuja a atacar de algún modo a quien está más débil que nosotros. -       

¿Te ha servido este post? ¿Te has sentido identificado/a con los comportamientos descritos? ¿Alguna vez has sufrido en primera persona esa agresividad por parte de los demás? Comparte tu experiencia y deja un comentario.

¡Un abrazo!

 
 

 

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