La triangulación es un método de manipulación que consiste en crear un triángulo imaginario en el que hay tres vértices: el verdugo, la víctima y la/las persona/as a las que se pretende comparar con la víctima. La idea es que esta salga desfavorecida en la comparación y que se esfuerce por parecerse a lo que su verdugo espera de ella.
Por ejemplo, una mujer podría decirle a su marido: “Tengo un compañero de trabajo que siempre me regala cosas”. De este modo, conseguirá que su marido sienta que no está a la altura y que debe regalarle más cosas, iniciando, sin darse cuenta, una competición con el compañero de trabajo.
En la mayoría de ocasiones en las que hay triangulación se da una traición o violación del vínculo entre la víctima y el verdugo, se rompe la confianza y el respeto, de modo que la víctima se siente dañada en lo más profundo. Por ejemplo, imaginemos que una chica le dice a su novio que se siente insegura al desnudarse cuando tienen intimidad, y él, al día siguiente, le dice: “He comentado con mi ex lo de tu inseguridad y ella opina que, como pareces insegura en otros aspectos, quizás deberías hacer terapia.”
¿Cuáles son las intenciones de un/una manipulador/a al utilizar esta técnica?
Hay seis razones básicas por las que alguien aplica la triangulación, aunque todas se reducen a obtener control sobre la víctima y sus emociones. Estas razones son:
- Provocar celos: No es necesario que el/la abusador/a diga explícitamente que otra persona es mejor que su víctima. Es suficiente con que hable constantemente de ella o con que tenga más en cuenta su opinión (de este modo, la víctima acaba interiorizando que ella no tiene criterio). Se puede dar entre parejas, entre padres e hijos, entre amigos, etc. La víctima puede sentir verdadero temor a perder el afecto de su verdugo debido a la existencia de esa otra persona.
- Generar inseguridad en su víctima o hacerla sentir inferior: “Mira qué buenas notas saca nuestro vecino, seguro que si te esfuerzas puedes sacar también buenas notas, dentro de tus posibilidades”. Ahí el verdugo le está diciendo a su víctima que no es tan inteligente como el vecino y que, si se esfuerza, tampoco lo será, pero podrá parecerse y obtener así su aprobación. Otros ejemplos en los que se buscaría generar inseguridad podrían ser: “Qué simpático es tu amigo, me extraña que os llevéis tan bien” o “Qué bien se le da a este chico hablar en público, tú en cambio eres más tímido”.
- Provocar un cambio de conducta: No siempre se pone a esa tercera persona en un pedestal, a veces ocurre totalmente lo contrario. Cuando lo que se pretende es insultar a la víctima de forma indirecta, se puede hablar mal de una persona que tenga una característica similar a ella, para hacer que cambie de conducta. Si tu pareja te dice: “Odio a la gente que siempre lleva zapatillas de deporte”, y tú te miras los pies y te das cuenta de que es tu caso, quizás te está aplicando este tipo de triangulación negativa. De este modo puede conseguir que cambies y que te sientas incómodo/a al no saber si se está refiriendo a ti o si en realidad no se ha dado cuenta y no tiene mala intención. De todos modos, te está haciendo saber que hay algo de ti que no le gusta.
- Hacer que la víctima dude de su percepción y/o criterio: “Todos piensan que lo que hago es normal” o “Nadie cree que tengas indicios para pensar que soy infiel”.
- Aislar a la víctima: “En el trabajo todos te odian, aunque tú no lo veas” o “Tu familia no te quiere” son frases que buscan aislar a la víctima para tener mayor control sobre ella.
- Provocar una reacción y alimentar su propio ego: Por lo general, a las personas con Trastorno Narcisista de la Personalidad les gusta que sus víctimas reaccionen a las provocaciones de forma notoria, les gusta que griten y lloren, porque así sustraen ese suplemento narcisista que tanto ansían. No obstante, si lo hacen, las acusan de dramáticas y exageradas, para generarles más inseguridad y hacer que la próxima vez se contengan y sufran en silencio hasta el próximo estallido, que después de la contención será realmente prometedor.
Entonces, ¿qué relación hay entre la inseguridad de la víctima y el poder del abusador?
Una persona insegura o con la autoestima muy dañada es alguien que, en la mayoría de casos, acaba sufriendo dependencia emocional en sus relaciones. Es, por tanto, mucho más fácil de controlar y dominar, y está en disposición de entregarse completamente a la relación con su abusador/a para lograr su aprobación y evitar el descarte o la ruptura. En ese punto, el /la narcisista tiene todo el poder y puede abusar de su víctima a su antojo con pocas posibilidades de que esta se marche.
¿Te ha ocurrido alguna vez? ¿Te han triangulado de algún modo que no aparece en este artículo? Deja un comentario y comparte tu experiencia.
¡Un abrazo!
Me llamo Eva y necesito ayuda. La verdad es que me siento tan perdida y confundida que no sé por dónde empezar. Lo he pasado mal por diferentes motivos en mi relación, y creo que lo que se describe en este artículo coincide con uno de ellos. Después de seis meses de haber terminado una relación de año y medio me encuentro echándolo todavía de menos, sintiéndome por una parte culpable por mi forma de gestionar la relación y por otra débil por no haber sabido aguantar, sobre todo después de oír los testimonios de otras chicas cuya relación también ha terminado y que han aguantado cosas peores, y de parte de mi familia, que dicen que todo el mundo tiene defectos y que no era para tanto. Porque, al fin y al cabo, a mí no me han dejado, (él me quería, no me quería dejar); tampoco me ha pegado o me ha insultado, no me aislaba de mi familia, así que sigo seis meses después de haber terminado sin saber si lo que he vivido es maltrato, si la maltratadora fui yo (porque a veces me siento culpable), o si son simples defectos de su persona.
A esta persona la conocí en una red social, después de estar varios años conociendo y quedando con personas sin sentir ninguna atracción por nadie. En cambio él empezó a atraerme enseguida. El día siguiente de conocer a mi ex por primera vez, me escribió otro chico de la misma red social al que conocía de unos días previos y con el que no llegué a quedar en persona. Le estuve contestando durante unas tres semanas, hasta que me di cuenta de que me estaba enamorando del que ahora es mi ex, y le dije que era mejor dejar de escribirnos y que no quedaríamos en persona. Poco tiempo después llegó la primera discusión con mi ex. El me hablaba constantemente de una amiga suya, y en una de esas ocasiones le pregunté si él “quedaba con amigas” cuando estaba en una relación de pareja, a lo que él me respondió que no. Preferí dejar las cosas claras antes de seguir con la relación, ya que yo no quedo con hombres cuando tengo pareja, así que me alegró su respuesta por coincidir conmigo. Poco después seguía mencionándola constantemente, se le ponía una sonrisa especial, como embobado, cuando hablaba de ella. Me comentó que incluso antes de conocerme se fueron de viaje y compartieron habitación pero que no pasó nada. Además, yo por aquel entonces tenía un problema de salud (alergia) y él decía constantemente que se lo contaría a su amiga porque era conocedora de medicina natural y podría ayudarme. Le pedí en varias ocasiones que no le dijera nada, que eso pertenecía a mi intimidad y que a nadie le importaba, pero hizo caso omiso en todas las ocasiones. Ella le mandaba audios diciendo lo que yo tenía que hacer y dejar de hacer para curarme de la alergia. Él le llegó incluso a decir que yo tenía celos de ella y que lloraba por ello, o que tenía que ir al psicólogo por esta causa. Aunque a ella nunca la llegué a conocer en persona porque me negué (sólo en foto), yo me sentía humillada por los dos. Paralelamente, él se quejaba de que yo lo tenía escondido de mi familia, y es que yo soy una persona a la que le gusta ir con cuidado antes de presentar mi pareja a mis padres, aún así, se lo presenté a los dos meses de salir, pero él se quejaba de que mantenía las distancias con mis padres durante toda la relación, lo cuál es cierto porque yo empezaba a ver algunas cosas de él que me hacían daño.
Con el tiempo me enteré de que tenía más amigas: una separada, a la que él “ayudó” a superar el duelo y con la que sólo se dió un “pico” según él, otra francesa que se estaba separando y a la que le gustaba el sexo sadomasoquista y con la que dice que nunca llegó a quedar en persona, otra viuda joven…. Sólo tenía amigas, no tenía amigos. Y a todas ellas las defendía a capa y espada (sobre todo a la primera) como si fueran amigas de la infancia, cuando eran mujeres que había conocido sólo unos meses antes que a mí y en las mismas páginas de contactos donde me conoció a mí.
Paralelamente a esto sucedieron otras cosas. Se alteró y discutió conmigo porque no quería usar ningún método anticonceptivo. Yo soy alérgica a las hormonas, así que le sugerí el preservativo femenino, o el diafragma, ya que no quería usar condón, pero se negaba alegando que él controlaba la situación, que sabía lo que hacía, y que no me pasaría nada, o que yo podía tomar la pastilla del día después como método anticonceptivo. Al final y después de unas semanas decidió hacerse la vasectomía, lo cuál me echó en cara alguna vez . También tenía la costumbre de ir por la calle mirando a las mujeres, y en ocasiones me dolía especialmente porque comenzaba juegos de miradas insinuantes, lascivas, con camareras, dependientas, vecinas, ect., algo mucho más descarado que el simple hecho de mirar a una chica guapa.
Por otra parte, me confesó que le fue infiel a su exmujer con muchas mujeres diferentes, durante el noviazgo, durante el matrimonio e incluso durante el viaje de novios. Dice que lo hizo para vengarse de una novia anterior con la que tuvo una relación tóxica. Después de divorciarse, se acostó con muchas más mujeres: jóvenes, mayores, negras, blancas, así como consumo de drogas y alcohol durante varios años. Él acudía a lo que llamaba “antros” donde las mujeres accedían a acostarse con él a cambio de que las invitara a determinadas sustancias. A mí todo esto me me dejó en shock, pero me aseguró que había cambiado.Tengo qué decir también que al principio de la relación era muy cariñoso, diciendo que yo era su alma gemela, o lo mejor que le había pasado en la vida, lo cuál, aunque suene a tópico, a día de hoy sigo creyendo porque al fin y al cabo él sólo se había movido en ambientes marginales y la mayoría de las mujeres con las que había estado eran de ese tipo, al igual que él.
Cuando llevábamos unos cuatro meses de relación me confesó que había espiado mi wassap. Él es una especie de hacker informático, así que usó el wassap web para espiarlo a distancia. Me confesó también que lo hizo con sus dos parejas anteriores, a las que pilló infidelidades y mentiras. Después hackeó mi ordenador y los correos electrónicos, además del historial de búsqueda del móvil.
Le perdoné, pero al día siguiente le comenté que era un delito y entró en cólera y se fue. Siempre que discutíamos amenazaba con irse o con dejarme, lo cuál me creaba una ansiedad muy grande, así que en muchas ocasiones le daba la razón para que no se alterase o no se marchara.
Poco después empecé a tener sospechas de que me engañaba (buscaba excusas o montaba una pelea de la nada para enfadarse e irse rápido, estaba previamente nervioso, tenso).. Después me enteré de que no sólo veía porno a escondidas (lo cual, sinceramente, no me importaba) pero después resultaron ser webcams de chicas en directo con las que se puede incluso chatear y pedirles que hagan determinadas cosas.
Otros hechos que sucedieron fueron con el tema sexual, a veces se mostraba comprensivo, pero otras veces me pedía algo en la cama que me incomodaba, y al yo comentárselo, alterarse y enfadarse, y decir que yo no podía saber lo que me gustaba y lo que no, porque yo tenía poca experiencia, o que me plantease si quería estar con él porque a él le gustaban ese tipo de cosas. Entiendo que a otras chicas les puedan gustar pero eran prácticas que a mí me hacían sentir incómoda o humillada.
Por otra parte, al yo hablarle de mis sospechas y mis celos, él era partidario de dialogar, y yo al principio lo hacía, pero después dejé de hacerlo porque cada vez más tenía la sensación de que usaba esos diálogos para tenerme “tranquilita” y así poder seguir con sus andanzas. Así que empecé a hacerle el vacío, a mostrarme fría y distante, a distanciarme en todos los sentidos, también sexualmente y a volverme loca de celos, incluso llegué a pedirle el móvil. Y sé que eso no está bien, pero es que ya no encontraba otro modo de defenderme… Así que él empezó a decirme que lo estaba maltratando, que él no se merecía eso, que era injusto, a gritarme, aunque no me insultaba, salvo llamarme celosa, loca, enferma o paranoicsa, algún portazo al encerrarse en la habitación, por lo cuál empecé a no querer salir a la calle, ya que cada vez que me encontraba con mis vecinos sentía una gran vergüenza. En medio de todo aquello me dijo que había buscado en mis correos y que vió los correos que le contesté a aquel chico en las tres primeras semanas de conocerlo, y que por ese motivo él tenía muchos más motivos para desconfiar de mí. Así que me sentí hundida y culpable, sin argumentos, como si me hubiera desarmado. Además, me dió la sensación y la sospecha de que me había sido infiel para vengarse de aquellos correos que había encontrado, y que se lo había estado callando durante meses.
Otro hecho concreto que recuerdo fue que se empeñó en comprarme un reloj digital; le dije varias veces que nunca usaba relojes ni pulseras porque me incomodaban, y el insistía diciendo que yo era muy cabezota y que con probar no perdía nada. Después, en un comentario mencionó que yo a veces tardaba mucho en contestar a sus wassap, y que ese reloj me avisaría cada vez que entrase un wassap suyo. Me sentía mal con esa situación y, aunque lo compró igualmente, al final no me lo puse.
También empezó a usarme sexualmente y a dejarme de lado después. Yo en muchas ocasiones no me negaba para que no se fuera, pero luego me sentía mal, como triste y sucia a la vez, y las veces que me negaba, se enfadaba y se alteraba, y decía que si no le daba lo que necesitaba que me dejaría. En varias ocasiones veía que, cuando lo hacíamos, en ocasiones él ocultaba la cara contra la almohada, o que sólo quería hacerlo conmigo de espaldas; esto era algo que me iba creando inquietud y malestar pero sin saber exactamente por qué, no me parecía normal… y en dos ocasiones en las que yo me giré en mitad del acto, diciéndole que quería abrazarlo y mirarlo a la cara, me contestó de malas maneras “que ya le había cortado el rollo” y se retiraba. Tampoco le gustaba mucho besar, a no ser que yo se lo pidiera o tuviera la iniciativa, porque decía que eso era como enrollarse y que eran cosas de críos. En otra ocasión en la que yo no estaba bien me acusó de portarme como una muñeca hinchable, yo me callé para que no se alterase más, pero es que precisamente me estaba tratando como si lo fuera, sin besos y sin casi nada, se puso encima de mí y ya está. También llegó a decirme que le estaban empezando a dar “asquito” mis brazos, que empezaba a “parecer un tío”, ya que estaba empezando a hacer pesas femeninas para sentirme un poquito más tonificada, aunque yo no me notaba nada, si acaso un poquito más redondita (soy muy, muy delgada) pero nada más. En varias ocasiones después de esto, insinuaba que era “mejor si no me quitaba el jersey”. No lo decía enfadado, sino amable, pero luego yo no me podía quitar el comentario de la cabeza.
Hemos cortado en dos ocasiones, en ambas me llamaba llorando y yo lo quiero tanto que la primera vez volví con él, pero en esta segunda ocasión aguanté y no lo hice, aún con la lástima que me daba, ya que dice que dejó a sus amigas por mí, aunque yo tengo sospechas de que no lo hiciera realmente, y que por ese motivo estaba absolutamente sólo. También hace que sienta tanta pena el hecho de que venga de una familia desestructurada, donde su padre alcohólico maltrataba a su madre. Donde ésta, harta de esa vida, fue infiel con un vividor y de esa infidelidad nació él. Sus padres lo aceptaron pero sus cinco hermanos nunca lo quisieron.
Y a día de hoy, seis meses después, sigo sintiéndome culpable, echándolo de menos, y sintiendo que no voy a sentirme atraída por nadie como por él. Y sobre todo, dolor e impotencia de pensar que llegue alguna que lo valore y sepa estar con él, sobre todo después de ver lo que aguantan las demás en sus parejas, cosas mucho más fuertes..
De hecho, él me dijo al final llorando que “ahora me daría cuenta de lo que había perdido”, que “otra lo valoraría” y que “a ver si encontraba el príncipe azul que buscaba”…

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